miércoles, 3 de junio de 2009

Nomás un ratito te voy a pelar


Abrí por fin la botella. En este momento me la bebo sola escuchando a mi querida Liliana una y otra vez. No sé si quiero ahogar el enojo o la tristeza; peor aún, no sé si enojarme o ponerme a llorar en la banqueta, como niña.
"Estoy como el caño de un baño, mojada por dentro, seca al revés".

No sé qué hacer. A Miella -si es que aún debo llamarle de ese modo- las mariposas de su estómago la guían hacia otros ojos, otra sonrisa y otro cuerpo. No demasiado como para hacerme el favor de irse a la chingada, sólo lo suficiente para instalarme en el limbo, sin saber si se queda por amor, culpa, soledad o por qué.

Soy absurda. Tan zen y tan sabeloto, no puedo evitar que me hiera no ser la dueña de esas miradas y sonrisas que los insectos en su interior ocasionan. Me pudre no serlo más.

Lo supe. Siempre. Nunca lo reconoció y eso me daba esperanzas de estar equivocada pero ayer lo vi. Qusiera no tener los pelos en la mano.

Dice que me ama y yo no puedo concebir un amor en cachitos. Eso no es amor, son chingaderas.

"Te voy a arrancar los pelos nomás por celos
y te voy a dejar pelona
como pelota
pelo a pelo y a veces
te voy a arrancar mechones.

Nomás un ratito
te voy a pelar".

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