sábado, 13 de febrero de 2010

El ataque de los malvados libros gays


Somos una pareja de lesbianas bastante común. Nuestra apariencia nos permite ir por la vida de incógnitas, por lo menos hasta encontrar a alguien que nos guste lo suficiente como para hacerlo partícipe de nuestra vida. Estamos medio dentro y medio fuera del clóset y en general, creo que funciona bien. Si bien vivir oculto no es divertido, uno se adapta a tener un pie dentro y uno afuera. A fin de cuentas, no es mayor problema que las personas con las que compartes la mayor parte del día pero con las que difícilmente tienes algo en común más que la vecindad de cubículos no sepan tu verdadera identidad.

A veces las circunstacias -léase la visita de amigos lo suficientemente cercanos como para tener llave de tu casa pero no como para saber que no sólo eres su mejor amiga sino la mujer que abraza en las madrugadas- permiten que el malévolo clóset extienda sus garras a la intimidad de tu sala, tu cocina o peor aún, tu recámara, confinando tus libros gays, tus juguetes y tus fotografías familiares (mi Ella y yo besándonos, por supuesto) a la oscuridad de las gavetas, como si estuvieran pagando por algún acto malvado y despreciable.

Pocas cosas me molestan tanto como vivir enclosetada dentro de mi propia casa.

Grrr