martes, 29 de septiembre de 2009

Cursi sin remedio




Siempre me he sabido cursi, pero esto es el colmo. Debo reconocer que me encanta esta canción. Me caso ahora mismo con la primera que me la dedique.


Horror, caos, destrucción. He caído irremediablemente en las comerciales garras del pop. Y qué.
-------------------------------------------------------------------------------------------------

NADA DE NADA

Quisiera cantarte, una canción que te enamore de mí.
Te diga qué siento, te diga quién soy y cuánto te haré feliz.
Que fueran las caricias, que yo quisiera darte.
Que fueran las palabras, que no me animo a decirte.
Que más o menos sonarían así:

No existe nada que me dé
ni la mitad de todo lo que tú me das
cuando descubres mi mirada.

No cambiaria ni loco tu sonrisa
por todo el mundo,
por nada de nada.

Que ya eres todo, todo lo que quiero yo
y todo lo que pido a Dios.
Te esperaré aquí con paciencia.

No cambiaría un minuto tu presencia,
por todo el mundo,
por nada de nada.

Quisiera cantarte una canción que fuera sólo de ti.
Que con las palabras de los demás no se pueda confundir.
Quisiera que te hiciera, volar alto en el cielo
para que desde allí vieras qué pequeño se hace el mundo
si solo estamos juntos, tú y yo.

No existe nada que me dé
ni la mitad de todo lo que tú me das
cuando descubro tu mirada

No cambiaría ni loco tu sonrisa
por todo el mundo
por nada de nada.

Que ya eres todo, todo lo que quiero yo
y todo lo que pido a Dios
te esperaría aquí con paciencia.

No cambiaría un minuto tu presencia
por todo el mundo
por nada de nada.

No cambiaría ni loco tu sonrisa
por todo el mundo
por nada de nada.

Que ya eres todo, todo lo que quiero yo
y todo lo que pido a Dios
te esperaré aquí con paciencia.

No cambiaría un minuto tu presencia
por todo el mundo
por nada de nada.

Marco Di Mauro
-------------------------------------------------------------------------------------------------
Como para desgarrarse las vestiduras y sentarse a llorar en la banqueta nomás de ganas.

martes, 22 de septiembre de 2009

Sin título




Tengo ganas de hablar, de decir lo que me brote de la boca sin filtros, sin cortesías. Tengo ganas de contar mis historias y de escuchar historias nuevas. Estoy aburrida y ni siquiera sé de qué.


Tengo ganas de sentirme llena, viva, con fuegos artificiales corriendome por las venas. Tengo ganas de vivir, no de esto que hago que a veces se asemeja demasiado a vegetar. Tengo ganas de nuevas aventuras, de nuevas caras, de ciudades nuevas y excitantes. Casi no logro recordar cuándo fue la última vez que me sentí desempolvada y fresca, esperándolo todo, llena de posibilidades y de sueños.


Hoy tengo ganas de no sonreír amablemente, de no ser simpática y graciosa, de esconderme en mí misma, en mis silencios, en mi melancolía. Tengo ganas de prenderle fuego a mi estúpida manía de ser aceptada y de hacer sentir a los demás de igual modo.


Tengo ganas de ser una ermitaña que viva en una pequeña casita en lo alto de una montaña. Sola, consigo misma. Nadie más. Sólo por un tiempo. Sólo mientras encuentro eso que no sé qué es, eso que no está en las cenas con amigos, ni en el trabajo, ni en la televisión, ni en mis libros, ni en el chocolate o el vino tinto, ni en la voz de Eugenia, ni en las notas de Albinoni, ni en la sonrisa de Ella, ni en mis compras compulsivas, ni en el placer de ser lesbiana, ni siquiera en un cuerpo nuevo que acariciar.


¿Dónde lo habré dejado? ¿En qué momento lo perdí?

martes, 15 de septiembre de 2009

Haciéndole lugar a la tentación




Escucho música sexy bajo el ruido del agua. Salgo de la ducha. Me siento fresca y renovada después de un baño tibio. Estás trabajando a media luz frente a la computadora. Aprovecho el soundtrack y te bailo en cueros mientras me embarro crema por todo el cuerpo: los hombros, los brazos, el pecho, las nalgas, las piernas. Despacio. Quiero que las ganas se te alboroten como a mí. Quiero que me acaricies como yo lo hago.

Levantas la cara de la computadora. Parece que he despertado tu interés. Tal vez te levantes de la silla y vengas a tocarme.

Tal vez me avientes contra la cama y me cojas como si necesitaras ahogarte en mí, desesperada, ansiosa.

Tal vez vengas y bailes conmigo y me acaricies la espalda y el cabello húmedos.

Tal vez me empujes contra la pared y me uses como a una desconocida, como si mi nombre no fuera Amara, sino Brigitte -la prostituta francesa de nuestras fantasías-, como si no hubieran pasado más de cuatro años desde aquella primera y clandestina vez.

Vuelves tu vista a la computadora. -Debes apurarte, tenemos que pasar por Ana- es tu respuesta a mis insinuaciones.

Chingado! Si ni una vieja encuerada, ganosa y dispuesta te despierta las ganas, no imagino qué te las puede despertar.

Grrr

viernes, 11 de septiembre de 2009

Roce



Once de la mañana. Estoy sentada en mi cubículo concentrada en mis pendientes. De pronto un roce. Un simple roce. Se acerca a -no lo recuerdo claramente- preguntarme/pedirme/decirme algo del trabajo y durante un segundo que parece eterno acaricia "accidentalmente" mi brazo con el suyo.
Una descarga recorre mi piel alcanzando mi entrepierna, erizando mis pezones.
Viajo a miles de kilómetros al lugar donde sus manos y labios me llevan...

y sin embargo, de regreso en la realidad, mi corazón sigue en el mismo lugar.