martes, 15 de septiembre de 2009

Haciéndole lugar a la tentación




Escucho música sexy bajo el ruido del agua. Salgo de la ducha. Me siento fresca y renovada después de un baño tibio. Estás trabajando a media luz frente a la computadora. Aprovecho el soundtrack y te bailo en cueros mientras me embarro crema por todo el cuerpo: los hombros, los brazos, el pecho, las nalgas, las piernas. Despacio. Quiero que las ganas se te alboroten como a mí. Quiero que me acaricies como yo lo hago.

Levantas la cara de la computadora. Parece que he despertado tu interés. Tal vez te levantes de la silla y vengas a tocarme.

Tal vez me avientes contra la cama y me cojas como si necesitaras ahogarte en mí, desesperada, ansiosa.

Tal vez vengas y bailes conmigo y me acaricies la espalda y el cabello húmedos.

Tal vez me empujes contra la pared y me uses como a una desconocida, como si mi nombre no fuera Amara, sino Brigitte -la prostituta francesa de nuestras fantasías-, como si no hubieran pasado más de cuatro años desde aquella primera y clandestina vez.

Vuelves tu vista a la computadora. -Debes apurarte, tenemos que pasar por Ana- es tu respuesta a mis insinuaciones.

Chingado! Si ni una vieja encuerada, ganosa y dispuesta te despierta las ganas, no imagino qué te las puede despertar.

Grrr

2 comentarios:

  1. ¡Chale!

    ¿Cómo ahi qué? Yo creo que habrá que comenzar a reconsiderar, digo 4 años ni son tanto...
    y luego con eso de que no faltan las acomedidas...

    Besos medios calenturientos...
    bueeeno calenturientos,
    muah!

    ResponderEliminar
  2. En este preciso momento me pregunto lo mismo: ¿y aquí qué?

    ¿Qué será lo que me falte? ¿Ovarios? ¿o nomás me sobrará pendejez? A veces me enojo seriamente conmigo.

    Jaja me hicieron el día tus besos calenturientos.

    Besos iguales para ti :)

    ResponderEliminar