sábado, 27 de junio de 2009

Mujer maravilla


Pensaba escribir sobre lo celosa que me siento de la forma cursi y empalagosa en la que el novio de una amiga mía le pidió matrimonio.
Pensaba explicar que no es la boda, la iglesia, el vestido o el reconocimiento social lo que anhelo.
Pensaba declarar mis deseos de encontrar una mujer maravilla capaz de leer mi mente y de descubrir en ella mi necesidad de sentirme amada -a pesar de lo independiente, autosuficiente, educada-en-una-escuela-"nice" y hippie que a veces creo ser- y de medir ese amor por medio de cenas románticas y regalos de cumpleaños imaginativos.
La vida le dio una patada en el culo a mi pendejez. No sé si me conformo con poco o si es simplemente que uno debe aceptar al otro tal y como es. "Hechos son amores, no buenas razones" diría mi querida tía Gertru.
Sé que nunca me sorprenderá con un gesto romántico el día de mi cumpleaños y que muy probablemente me regale el pago de mi tarjeta de crédito, o peor aún, un aparato electrónico que le encante.
Sé que es genéticamente incapaz de consolarme cuando estoy triste o preocupada, que terminará diciendo cosas que me harán sentir peor y que su increíble torpeza emocional me hará reír de pura amargura.
Sé que algún día esa necesidad suya de sentirse deseada por otras mujeres me hará sufrir -y que no lo entenderá-.
Pero sé también que si un día vuelvo a caminar en sandalias por el desierto como parte de una aventura absurda, me dará sus calcetines con tal de hacerme el paseo menos doloroso.

Sin título #2


Gracias al trabajo de Ella tengo desde hace más de un año, espacios de soledad programados: uno de cada tres días con sus noches no tengo más compañía que yo misma, cosa que disfruto enormemente -después de un año de compartir techo y cama, la soledad se convierte en un bien preciado-. Yo no sé si estoy más atenta a las cosas que pasan en mi alrededor en esos momentos o qué, pero he notado que cuando Chole es mi única amiga las cosas más curiosas me pasan. Hoy tuve dos eventos de ese tipo.
Esta mañana después de hacer algunos pendientes decidí invitarme a comer comida china. Como es costumbre, al final de la comida me trajeron una galletita de la suerte. Meditaba sobre la oscuridad del tema que elegí para mi tésis -enfermos terminales de todas las edades- y lo duro que está resultando para mí, cuando la abrí distraída. El mensaje dentro me sorprendió: "Guarda tu cara a la luz del sol y nunca veas la sombra".

Yo sé que muy probablemente sólo sea una mala traducción de algún proverbio chino pero lo sentí como mensaje directo. Justo anoche leyendo acerca del proceso que viven los niños cuando mueren empecé a reflexionar sobre mi propia partida. Aunque la autora describe la muerte como un proceso de transición lleno de luz, en momentos es inevitable para mí sentirlo como algo duro, oscuro y doloroso. ¿Será que Dios, el Universo o Yemayá tratan de decirme que estoy en un error?

Más tarde decidí hacerme otro regalo: más libros -jaja empiezo a pensar que soy rara-. Cuando estaba en la caja pagando mis nuevas adquisiciones me llamó la atención un tríptico: una escuela de escritores los sábados. El corazón empezó a latirme más rápido y mariposas invadieron mi estómago. ¿Yo, escritora? He de confesar que en algún momento pensé en escribir pero uno conoce sus limitaciones y sé que soy definitivamente mediocre -pero valiente-. Por otro lado, ¿aún no termino la maestría y ya quiero estudiar otra cosa? ¿Puedo combinarlo todo? ¿Y mis planes de estudiar otra carrera? ¿nunca dejaré de estudiar? Más importante aún, ¿será esta la respuesta de Dios, el Universo o Yemayá a qué-hacer-conmigo-y-con-mi-vida?

Debería ver más televisión.


"Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombras,
al pie de mis cabezales,
vuelves haciéndome burla.

Cuando imagino que te has ido,
en el mismo sol te me muestras,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que sopla.

Si cantan, eres tú que cantas,
si lloran, eres tú que lloras,
y eres el murmullo del río
y eres la noche y eres la aurora.

En todo estás y tú eres todo,
para mí y en mí misma moras,
no me abandonarás nunca,
sombra que siempre me asombras".

Negra sombra, Rosalía de Castro

viernes, 26 de junio de 2009

"...Viajar a Calcuta... ¡volverme bien puta!"


A veces me pregunto cómo sera andar de cama en cama, de cadera en cadera, despertar cada día con un cuerpo distinto, sin que importen los nombres, las costumbres, las profesiones o las expectativas. Debo confesar que nunca lo he hecho y ahora que estoy acercándome a los 30 dos preguntas me invaden: 1. ¿Qué chingada cosa mas importante que coger pudo ocupar mi mente durante los años de mi adolescencia?, y 2. ¿Cómo será ser bien puta? La verdad es que siempre he sido una ñoña cursilona que, aunque bastante calenturienta, siempre necesitó de al menos un par de citas para coger como Dios manda: con la mente y el cuerpo puestos en el mismo lugar.

Cochinos aprendizajes culturales. Por años creí que coger sin amor era impensable, imposible, horroroso, horripilante. Años enteros perdidos. Eso sí que es horroroso.

Si el karma me lo permite y no termino reencarnando en cucaracha -lo que sea menos cucaracha o político, que para el caso es lo mismo- voy a ser una puta con mucha voluntad. Voy a coger con montones y montones de desconocidas -lesbiana hasta la reencarnación, eso que ni qué-, voy a acariciar y saborear cuerpos de todos los colores y sabores, voy a llenar mis noches de pasión, de calor y de sudor; voy a guardarme los sentimientos para después y a tirar a la basura las enseñanzas de mi amada madre; mi uniforme serán un par de tacones de aguja y medias negras de red.

Ya sé que hablo como si tuviera 200 años pero tengo mis razones. Primero, mi amada madre hizo un excelente trabajo instalándome la decencia y la buena conciencia, y arruinándome irremediablemente con ello; segundo, difícilmente este cuerpo de 29 años lograría las adeptas que pudo haber conseguido a los 15 si no fuera por el punto anterior; y tercero, tengo la libertad voluntariamente secuestrada -tengo alma de piruja no de infiel-, así que tendré que hacer muchas cosas buenas para que el karma sea benévolo y en mi próxima vida me obsequie la belleza de una Aishwarya Rai de ojos negros, digo, nomás para facilitar el trabajo.
¡Así sea!

jueves, 25 de junio de 2009

29



Yo no sé si es el alcohol en mi cuerpo pero en este momento me siento nostálgica. Es una nostalgia extraña. ¿Cómo puede extrañarse aquello que sólo está en la mente, eso que no es más que una fantasía producto del tedio, la costumbre o la necesidad de vivir cosas nuevas? Como dice la canción que me contagió una querida amiga, "no hay nostalgia peor que añorar lo que jamás sucedió".


Me imagino en otra ciudad, en otra cama, en otros brazos, con otra historia... Es raro, porque lo que tengo es bueno, es estable, y según dicen, lo estable es bueno, es sólo que a veces se me antoja tener una vida más excitante, con más pasión, más intensa; acariciar más pieles, enredarme en otras cabelleras... ¿Será que todo esto es porque mi cumpleaños 29 está a la vuelta de la esquina?


Veintinueve años... Hace 10 estaba segura de que a mi edad tendría la casa de mis sueños, el trabajo de mis sueños y el auto de mis sueños. Me veía hermosa, exitosa, viajando por todo el mundo, con enormes trasnacionales peleándose por mis habilidades. La verdad es que no he logrado nada de eso y lo peor es que me chocan las grandes trasnacionales y tener un trabajo que aunque me da buenos ingresos, no me apasiona. Creo que lo único que los años han logrado es hacerme más hippie.


Fantasear es delicioso. Es como estar enamorada de manera platónica: la persona de la imaginación es más hermosa, más sexy, más lista, más interesante, más divertida, más culta... Es ni más ni menos, como admirar el pasto del vecino. Habría que estar ahí...

martes, 23 de junio de 2009

Sin título #1


Un día, quién sabe como, apareció en mi departamento. Me maullaba melosa pidiéndome ¿comida? ¿calor? Era hermosa: blanca y peludita. Se veía tan pequeña e indefensa que no quise insistirle en mi invitación a salirse por donde se había metido. Dudo que hubiera servido de mucho, de algún modo me adoptó como su dueña.

No es que sea fan de las mascotas, tienen demasiadas necesidades y yo pocas ganas de satisfacerlas, pero ella me convenció de que no me necesitaba gran cosa. Me esperaba al llegar del trabajo, me ronroneaba y me hacía compañía sin pedir más que un poco de comida. Su presencia me provocaba una sensación cálida en el pecho, como esa que me da cuando empiezo a querer a alguien nomás por querer.

Un día al muy poco tiempo de haberme invadido la casa y los afectos, la muy infeliz se enfermó. Yo no sé mucho de gatos, pero creo que lo que le pasaba era raro. Tenía algo así como un tumorcito en el cuello. Me partía el corazón verla sufrir y me llenaba de felicidad pensar que -cosa increíble, con mis cuidados- estaba sanando. Un día no volvió más. Creó que se fue mucho a morirse a otra parte. Aún la extraño un poquito, aunque nunca supe ni su nombre.

Pensando en mi tésis -sobre las experiencias de los enfermos terminales ante su cercanía a la muerte- empecé a pensar en ella. A veces pienso que se instaló en mi vida para darme una lección sobre cómo morir, así nomás, viviendo.

"La casa me protege del frío nocturno, del sol del mediodía,
de los árboles derribados, del viento de los huracanes,
de las asechanzas del rayo, de los ríos desbordados,
de los hombres y de las fieras.

Pero la casa no me protege de la muerte. ¿Por qué
rendija se cuela el aire de la muerte? ¿Qué hongo de las
paredes, qué sustancia ascendente del corazón de la tierra
es la muerte?

¿Quién me untó la muerte en la planta de los pies el
día de mi nacimiento?"

(Jaime Sabines)

lunes, 22 de junio de 2009

Corazones en cachitos


Me parece que la música dice mucho de la persona que la escucha. En mi caso dice, por ejemplo, que me encanta cortarme las venas, desgarrarme las vestiduras, tirarme al drama pues. Por eso y por el puro y exhibicionista afán de compartir un poco de mí, les paso una muy muy muy breve lista de las canciones que de un modo u otro, me acarician el corazón –sí, hasta las más "nacas" lo logran-.


Favorita de toda la vida, de todos los tiempos: Adagio en Gm, Albinoni

Para ahogarse en llanto: Pero no te extraño, Liliana Felipe

Qué miedo enamorarse: Ah, fors'e lui, La Traviata, Maria Callas

Triste, triste, triste: Después de ti, Alejandro Filio

Reproche adolorido: Aprendiz, Malú

El placer de tener la razón: Un año de amor, Luz Casal

Para ponerse hasta el moño: Amigo mesero, Conjunto primavera

Para coger: ¿Y el amor?, Eugenia León

El drama en todo su esplendor: Nostalgias, Eugenia León


Piel de gallina: Lacrimosa, Réquiem, Mozart

Salud por las decisiones postergadas pero definitivas: Amarga Navidad, Lila Downs

Tú te lo pierdes –pero mejor no te vayas-: La diferencia, Juan Gabriel

Sexy. Punto. Lía, Ana Belén

Ni falta que hace entender lo que dice: Negra sombra, Luz Casal

Deliciosa y sensual: Con la frente marchita, Adriana Varela

Qué mujer. Mala, Susana Zabaleta

Para sentarse a llorar en la banqueta: Borrachita, Regina Orozco

Sufre móndriga: Como tú, Lupita D'Alessio

No me gustan las mujeres


Yo no sé si estoy loca o qué, pero hoy me he dado cuenta de algo: no me gustan las mujeres, me gustan las lesbianas. Y es que las lesbianas -con sus excepciones, claro- tienen cierta "entronería", fuerza, seguridad e independencia que me parece tremendamente sensual.

No me malentiendan, tengo amigas bugas maravillosas, realmente especiales, es sólo que no lo saben. Tienen miedo a estar solas pero no por la soledad en sí, sino por temor a no adquirir el valor y reconocimiento que una relación con un hombre les da -de nuevo, vivan las excepciones-.
Esta "cosa" lesbiana tan sexy no es una cuestión de qué zapatos usar, o de maquillarse o no, o de usar el cabello largo o corto; es más bien una forma de presentarse ante el mundo diciendo: "Aquí vengo y al que no le guste, que mire hacia otro lado".

Me gustan, me encantan las lesbianas.

jueves, 18 de junio de 2009

Malditos comerciales de leche Nido


La verdad es que no tengo gatos porque no me gusta que nadie dependa de mí. Un día tuve un cactus y lo ahogué. Después una gatita me adoptó, me obligó a quererla y cuidarla y se murió -esta vez sin ayuda-. Y es que aún con mis pasadas experiencias cuidando seres vivos, de vez en cuando empieza a sonarme la re-cochina alarma biológica. En ocasiones me sorprende mientras veo un comercial de leche en polvo en la televisión, o cuando mi sobrino de 2 años -engendro maléfico- me saluda sonriente llamándome por mi nombre aunque sólo me vea de vez en cuando.

En realidad no me gustan especialmente los niños, es sólo que a veces tengo curiosidad por conocer a la hija que se me aparece en sueños, hermosa, de ojos y cabello negro como el mío.

Siendo tan lesbiana como soy, encuentro un poco complejo eso de tener hijos. Primero, eliminar las barreras de la famosa "homofobia internalizada" que me hace pensar que ser hija de un par de jotitas es algo demasiado duro para un niño en una recochina sociedad homofóbica como esta; segundo, superar la flojera que me da el sólo pensar en dejar mi hermosa vida adulta llena de copas de vino y música hasta altas horas de la noche, de viajes inesperados y de posibilidades de hacer lo que me venga en gana; tercero, encontrar a la mujer con la que tener un hijo sea una certeza -digo, traer una persona a este mundo no es cualquier cosa-; y cuarto, resolver los detalles de cómo (medios naturales o artificiales) o con quién (por pura biología tiene que haber un padre), eso sin considerar todo lo que empieza cuando un nuevo humanito llega a la vida de alguien...

Tal parece que pensar es un excelente remedio contra las alarmas biológicas. La mía justamente dejó de sonar.

lunes, 15 de junio de 2009

Hubiera



Me gusta tirarme al drama -creo que ya ha quedado claro-, me gusta el drama de las vidas de los otros, sus historias, sus ideas, sus anécdotas. Precisamente en uno de esos arranques de "metichez" mía empecé imaginar la historia de mi Tía Ruperta, lesbiana de closet, madre de 3.


Tía Ruperta es una de las hermanas menores de mi madre y desde que tengo memoria, he pensado que es especial. Cuenta mi mamá que cuando eran niñas, Ru era una escuincla "chirota" que se la pasaba trepada en los árboles y jugando con los niños de la colonia como otro niño más, mientras que las vecinas cuchicheaban sobre su "machorrez".

Al llegar a la adolescencia, Tía Ru empezó a convertirse en una hermosa -y masculina- mujer que ocultaba sus nacientes senos con un andrajoso abrigo del abuelo.
Quién sabe cómo o por qué, Ru se casó con un hombre alto y barbudo con el que procreó 3 hijas y un peculiar matrimonio de roles invertidos. Si bien la boda silenció a los chismosos mi tía nunca dejó de ser una machorra bohemia, malhablada, aventurera, fuerte e independiente, y no es que todas las lesbianas seamos así, es sólo que ella lo es.

A veces imagino historias de amor irrealizado entre ella y alguna amiga o vecina, o mejor aún, amores clandestinos. Me pregunto qué hubiera pasado de haberse atrevido a estar con una mujer. Me hubiera allanado el camino, claro, pero ¿qué habría sido de su vida? ¿Sería una mujer más feliz y más plena con aventuras interesantes, tal vez viviendo en París o en Perú? ¿O hubiera quizá padecido su tortillez en el exilio? Quién sabe. Bendita felicidad que se desparrama por más de un lugar.

Dudo que haya acariciado la piel de una mujer, aspirado el aroma de su cabello, o visto su rostro en el momento justo de venirse... No hubiera encontrado escapatoria.

sábado, 13 de junio de 2009

¿Cómo?


¿Cómo puedo extrañar a alguien que conozco apenas?
¿Cómo es que deseo escuchar su desconocida voz?
¿Cómo es que anhelo saber más de ella nomás por saber?
¿Cómo es que recordarla provoca una tibia sensación de bienestar en mi pecho?

Las mujeres estamos locas y las lesbianas más.

"Es la sombra del agua
y el eco de un suspiro,
rastro de una mirada,
memoria de una ausencia,
desnudo de mujer detrás de un vidrio".
(Jaime Sabines)

viernes, 12 de junio de 2009

Inconformidad crónica




Estoy agotada. Odio ser la nueva, odio no sentirme segura de nada de lo que hago -precisamente por ser la nueva-. Estoy harta de la etapa de búsqueda de aceptación en la que me encuentro: detesto las sonrisitas nerviosas, forzadas, tensas. No soporto sentirme estúpida por entender la mitad de las cosas que me preguntan.


Esta es mi tercera semana en mi nuevo trabajo. Cada vez que me quejo de lo cansada que me siento, me repito una y otra vez que soy afortunada, pero a veces me cuesta convencerme de ello. Creo que soy una inconforme crónica.


El primer trabajo de mi vida adulta era flexible tanto en horario como en actividades. Entraba tarde, podía salir a comer fuera de la oficina, pero no había una clara definición en qué y cómo hacerlo, además las metas económicas altas que tenía lo hacían estresante -nada equiparable a la remuneración que recibía-. Aquel primer trabajo tenía enormes ventajas, pero no, no podía conformarme así que le pedí a Dios, el universo, la madre tierra, la vida o lo que sea, un trabajo "estructurado" y así ocurrió.


Poco tiempo después de anhelar un cambio se me presentó la oportunidad de entrar en la industria automotriz. Adiós salidas a comer, adiós horario flexible, adiós luz del sol, adiós compañeros de trabajo amables y relajados. Los primeros días tenía ganas de golpearme contra las paredes de pensar en las horas de trabajo que me faltaban. La comida era horrible y me caía fatal pero el salario era del doble de lo que originalmente percibía aunque el trabajo era totalmente repetitivo. Los lunes eran iguales a todos los lunes, los martes a los martes, etc.


Finalmente me aburrió ser un número y no una persona así que pedí trabajar en una empresa más pequeña, más cálida. Así llegué a mi trabajo siguiente. Un caos. Los horarios eran un poco más flexibles, pero al ser una empresa mediana, éramos pocos empleados "multidisciplinarios" -palabra bonita que significa "milusos"- así que tenía muchísimo trabajo todo el tiempo. El ambiente era bueno, hice un par de amigos, pero mi jefe era una hermosa mezcla de mezquino, inseguro e incapaz. Fue entonces cuando desee un verdadero cambio, unas "vacaciones", tal vez. Coincidió con que a mi concubina su trabajo la obligó a mudarse así que abandoné mi trabajo y mi independencia económica y me fui tras ella.


Al principio fue delicioso. Ver el sol, tener tiempo de cuidar mi cuerpo y mi salud, dormir hasta tarde, cocinar. Luego empecé a sentirme hueca, aburrida y "aburridora". Las noticias más relevantes de las que podía hablar eran la subida del precio del tomate y lo eficiente que el cloralex es con las manchas. Gracias a mi maldito ego incapaz de conformarse a ser la "esposa" de alguien, empecé a añorar mi trabajo caótico, levantarme temprano, el estatus de ser la "encargada" de algo y sobre todo, mi libertad económica.


Una vez más se cumplió mi deseo. Volví a una empresa para la que soy un número, en la que tengo que seguir un horario estricto, pero en la que soy responsable de algo y que finalmente me regresó la posibilidad de comprar lo que me de la gana sin dar cuentas a nadie. Aún así me siento agotada y nofeliz.


Quejarme es definitivamente mi deporte favorito.

lunes, 8 de junio de 2009

De quejas y quejidos



Qué frustrante es tener más ganas, ser más caliente y querer coger más que la susodicha en cuestión. Las cosas no siempre fueron así. Hubo un tiempo en que coger era tan prohibido que solíamos hacer viajes especiales, con velas, vino, cerezas y demás ocurrencias nomás para pasar horas y horas cogiendo hasta que se nos acalambraran las piernas. Conocimos todos los moteles de la ciudad: los bonitos, los feos, los baratos, los caros, con muebles de cemento, con los controles remotos pegados al buró, con puertita para juguetes y alimentos, con jacuzzi, con moscas, con manchas de dudosa procedencia, con espejos en los techos, etc., etc. Qué tiempos aquellos.


Ahora nuestra vida sexual se reduce a mí acosándola para tocarla, a mí acosándola para que me toque, a mí utilizando alguno de nuestros juguetes, a mí comprando juguetes, a mí comprando disfraces para hacer bailes provocaticos y a ella diciéndome que no en el instante justo de acariciarle un pezón. ¿Será que las ganas caducan igual que el amor? ¿O será que una cosa va de la mano de la otra? ¿O será que soy ninfómana? Tal vez es sólo que mi deporte favorito es quejarme. Bueno, en algún lugar tengo que hacerlo.

domingo, 7 de junio de 2009

Tregua



"No quiero convencer a nadie de nada. Tratar de
convencer a otra persona es indecoroso, es atentar contra
su libertad de pensar o creer o de hacer lo que le dé la
gana. Yo quiero sólo enseñar, dar a conocer, mostrar, no
demostrar. Que cada uno llegue a la verdad por sus propios
pasos, y que nadie le llame equivocado o limitado. (¡Quién
es quién para decir "esto es así", si la historia de la
humanidad no es más que una historia de contradicciones y
de tanteos y de búsquedas?)

Si a alguien he de convencer algún día, ese alguien ha de
ser yo mismo. Convencerme de que no vale la pena llorar, ni
afligirse, ni pensar en la muerte. "La vejez, la enfermedad
y la muerte", de Buda, no son más que la muerte, y la muerte
es inevitable. Tan inevitable como el nacimiento.

Lo bueno es vivir del mejor modo posible. Peleando, lastimando,
acariciando, soñando. (¡Pero siempre se vive del mejor modo
posible!)

Mientras yo no pueda respirar bajo el agua, o volar (pero de
verdad volar, yo solo, con mis brazos), tendrá que gustarme
caminar sobre la tierra, y ser hombre, no pez ni ave.

No tengo ningún deseo que me digan que la luna es diferente
a mis sueños".
(No quiero convencer a nadie de nada. Jaime Sabines)

-------------------------------------------------------------------------------------------------
Hemos firmado una tregua. Que dure mientras dure.

-------------------------------------------------------------------------------------------------

jueves, 4 de junio de 2009

Cuando tengas ganas de morirte


Cuando tengas ganas de morirte
esconde la cabeza bajo la almohada
y cuenta cuatro mil borregos.
Quédate dos días sin comer
y verás que hermosa es la vida:
carne, frijoles, pan.
Quédate sin mujer: verás.

Cuando tengas ganas de morirte
no alborotes tanto: muérete
y ya.
-Jaime Sabines-
-------------------------------------------------------------------------------------------------
Yo no sé de qué me quejo si hace tiempo fui yo la causante de las mariposas que hicieron a otra llorar.
-------------------------------------------------------------------------------------------------

miércoles, 3 de junio de 2009

Nomás un ratito te voy a pelar


Abrí por fin la botella. En este momento me la bebo sola escuchando a mi querida Liliana una y otra vez. No sé si quiero ahogar el enojo o la tristeza; peor aún, no sé si enojarme o ponerme a llorar en la banqueta, como niña.
"Estoy como el caño de un baño, mojada por dentro, seca al revés".

No sé qué hacer. A Miella -si es que aún debo llamarle de ese modo- las mariposas de su estómago la guían hacia otros ojos, otra sonrisa y otro cuerpo. No demasiado como para hacerme el favor de irse a la chingada, sólo lo suficiente para instalarme en el limbo, sin saber si se queda por amor, culpa, soledad o por qué.

Soy absurda. Tan zen y tan sabeloto, no puedo evitar que me hiera no ser la dueña de esas miradas y sonrisas que los insectos en su interior ocasionan. Me pudre no serlo más.

Lo supe. Siempre. Nunca lo reconoció y eso me daba esperanzas de estar equivocada pero ayer lo vi. Qusiera no tener los pelos en la mano.

Dice que me ama y yo no puedo concebir un amor en cachitos. Eso no es amor, son chingaderas.

"Te voy a arrancar los pelos nomás por celos
y te voy a dejar pelona
como pelota
pelo a pelo y a veces
te voy a arrancar mechones.

Nomás un ratito
te voy a pelar".