martes, 23 de junio de 2009

Sin título #1


Un día, quién sabe como, apareció en mi departamento. Me maullaba melosa pidiéndome ¿comida? ¿calor? Era hermosa: blanca y peludita. Se veía tan pequeña e indefensa que no quise insistirle en mi invitación a salirse por donde se había metido. Dudo que hubiera servido de mucho, de algún modo me adoptó como su dueña.

No es que sea fan de las mascotas, tienen demasiadas necesidades y yo pocas ganas de satisfacerlas, pero ella me convenció de que no me necesitaba gran cosa. Me esperaba al llegar del trabajo, me ronroneaba y me hacía compañía sin pedir más que un poco de comida. Su presencia me provocaba una sensación cálida en el pecho, como esa que me da cuando empiezo a querer a alguien nomás por querer.

Un día al muy poco tiempo de haberme invadido la casa y los afectos, la muy infeliz se enfermó. Yo no sé mucho de gatos, pero creo que lo que le pasaba era raro. Tenía algo así como un tumorcito en el cuello. Me partía el corazón verla sufrir y me llenaba de felicidad pensar que -cosa increíble, con mis cuidados- estaba sanando. Un día no volvió más. Creó que se fue mucho a morirse a otra parte. Aún la extraño un poquito, aunque nunca supe ni su nombre.

Pensando en mi tésis -sobre las experiencias de los enfermos terminales ante su cercanía a la muerte- empecé a pensar en ella. A veces pienso que se instaló en mi vida para darme una lección sobre cómo morir, así nomás, viviendo.

"La casa me protege del frío nocturno, del sol del mediodía,
de los árboles derribados, del viento de los huracanes,
de las asechanzas del rayo, de los ríos desbordados,
de los hombres y de las fieras.

Pero la casa no me protege de la muerte. ¿Por qué
rendija se cuela el aire de la muerte? ¿Qué hongo de las
paredes, qué sustancia ascendente del corazón de la tierra
es la muerte?

¿Quién me untó la muerte en la planta de los pies el
día de mi nacimiento?"

(Jaime Sabines)

10 comentarios:

  1. ¡Amiga querida! Aquí ando paseándome por tu post y deleitándome -como cada vez- con tus textos. Me gusta un montón como escribes. Tus historias me recuerdan a las mías pero mejor contadas.

    Te dejo dos abrazos.

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  2. Hola Nydia! Muchas gracias por leerme. Disfruto mucho de tu blog.

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  3. Lía querida! Que gusto saber de ti!
    Gracias por lo que me dices. Que va! Ya quisiera escribir como tú.

    Te busco amiga, te busco! Cómo estás? Milagrosamente estoy en casa a esta hora disfrutando de la mañana en libertad -casi- y quería saber de tí. Cómo andas? Te he extrañado!

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  4. Pues ando como casi todo el mundo amiga, sufriendo la crisis económica y eso ya no deja mucho tiempo para disfrutar casi nada.
    De lo demás pues igual que siempre, con mi amiga Soledad invadiendo mis espacios por tiempo indefinido.
    Aquellos ojos verdes que tanto me gustan no se dejan ver, pero tampoco se ausenta completamente. Me ha quedado más que claro que -aunque siempre lo supe- solo podremos ser conocidas y tal vez -algún día- buenas amigas.
    Las mujeres están locas y me lamento porque esas son exactamente las que roban mi atención.
    Tu cómo estas? Cómo van los amores?

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  5. Ay Lía, ojos verdes nomás anda -como diría mi querida tía Gertru- "meando las flores y poniéndolas amarillas"...

    Yo estoy bien pero de amores ya no sé. Estamos como en pausa. Yo haciéndome pendeja, fingiendo no ver, hasta que algo -no sé qué- pase.

    Tienes tanta razón. Las mujeres están locas.

    Esa Soledad invasora... tenía que ser vieja.

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  6. Jajajajajajaja claro mujer! si no fuera vieja no sería bienvenida porque más que hubiera querido instalarse en mi vida!

    Pues ni qué decirte amiga, si te viene bien eso de hacer como que no ves, pues adelante. Nomás -por favor- cuídate el corazón. Acuérdate, como dijo sabiamente Pablo Neruda: "es tan corto el amor y tan largo el olvido". No lo tomes muy literal.

    Me encantó eso de mear las flores y ponerlas amarillas. Aunque creo que la que andaba meando fuera del hoyo era yo. Nomás a mí se me ocurre eso de andar viendo buguitas caray! Ya ni la chingo...

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  7. Ay Lía, das justo en el clavo, condenada. A veces pareciera que disfruta uno haciéndose pendeja para pasarla "bien" cuando muy en el fondo -o bueno, no tanto- la intuición te pica las costillas.

    En cuanto a las meaderas -jajaja- no creas que tan buga amiga. Recuerda lo que dice uno de los mandamientos de las chanclitas: "todas son bugas, hasta que se demuestre lo contrario".

    Y en cuanto a Chole -llamémosle así de cariño, si va a andar invadiendo cuerpos y espacios -como buena vieja- que lo haga bien y traiga placeres con ello. Si no, que ahueque el ala y te deje disfrutar, pos esta! Lo peor es que ha de ser rete celosa, la muy cabrona.

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  8. Pues disfrutemos nuestras picazones de costillas y sigámonos haciendo pendejas, al fin que ya sabemos cómo jajajajaja!

    ¿Será que así como todas son bugas todas son susceptibles de no serlo? No creas que estoy muy de acuerdo con eso, por lo mismo no hago ningún esfuerzo.

    Y sí, la puta Chole me resultó más celosa que cualquiera otra de mis mujeres...

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  9. Tienes razón. Que cada quien le preste su cuerpo a quien mejor le parezca: hombre, mujer o quimera.

    Mientras tanto sigamos con nuestra pendejez. Por aquí te sigo viendo.

    Te mando no dos, tres abrazos.

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