domingo, 31 de mayo de 2009

Te lo debo a tí


Me has enseñado tú
tú has sido mi maestra
para hacer sufrir.
Si alguna vez fui mala
lo aprendí de tí.

No digas que no entiendes
cómo puedo ser así.
Si te estoy haciendo daño
lo aprendí de tí.

Me has enseñado tú
maldigo mi inocencia
y te maldigo a tí.
Maldita la maestra
y maldito el aprendiz
maldigo lo que hago
y te lo debo,
te lo debo a tí.
(Alejandro Sanz)

Yo la quería. La amé con el corazón tierno de las 19 primaveras. La amé y la esperé por 6 años, los más dulces y más amargos de toda mi vida. Creo que la lloré un mar o por lo menos un charco grande. Si ella me amaba yo era feliz, los cielos más azules y los árboles más verdes. Todo era hermoso y brillante. Si ella me rechazaba no podía ni respirar ni pensar ni vivir. Mi vida era ella. Estúpida y joven Amara.

Amanda era muchos años y muchas experiencias mayor que yo. La admiraba como a nadie. Lo hubiera dejado todo por ella. Creo que en el fondo había en ella una veta sádica. A veces hasta pienso que disfrutaba de herirme desapareciendo de mi vida, dejándome en ascuas. Simplemente no volvía a saber de ella por días o semanas. Mi corazón tierno de 19 años se moría de angustia. ¿Y si algo le pasó? ¿Y si no puede comunicarse? ¿Y si está enferma? ¿Y si me necesita? Qué va. La muy infeliz necesitaba simplemente "su espacio".

Una de esas desapariciones se cruzó con mi cumpleaños. Por alguna razón esta fecha es especialmente significativa para mí ya que todos los que me quieren se acuerdan de mí, aunque sea sólo para felicitarme. Ella no se acordó. Ni una llamada, ni un mensaje, nada. Me rompió el corazón. Fue la bendita gota que derramó el vaso y que me terminó de tumbar la venda de los ojos.

Cuando hubieron pasado más días de los que yo hubiera esperado para buscarla y devolverla a mi vida empezó a llamarme una y otra vez. Nunca me había llamado tanto. Nunca había tenido el valor suficiente para ignorar sus llamadas. El hechizo estaba roto al fin.

Un día pasó lo imposible. Me la encontré saliendo del trabajo.

-¿Cómo estas?- me preguntó.
-Bien- contesté incómoda de topármela cuando pensé que no volvería a verla nunca más.
- Te extraño- me dijo tratando de reconocer en mí a la Amara de antes.
- ¿Por qué no me hablaste en mi cumpleaños?- pregunté con curiosidad más que tristeza.
- No sé... por pendeja.

Exacto. ¿Qué más había que decir? Intentamos salir un par de veces más pero no funcionó. Mi corazón estaba lleno de callos y cicatrices. Al final la que desapareció sin avisar y sin remordimiento alguno fui yo.

Esta canción me la recuerda. A veces quisiera volver amar así. ¿Qué se le va a hacer? C'est la vie.

1 comentario:

  1. Ay amiga.. así es la vida, así son las mujeres, así somos nosotras. Esta es una historia que -seguramente- hemos vivido todas...

    No te me desaparezcas tanto...

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