lunes, 25 de mayo de 2009

Null


6:50 a.m. Estaciono mi automóvil y me dirijo apresurada a la puerta de la planta para la que (desde hace dos días) trabajo. Dios no permita que llegue tarde, podrían castigarme y "obligarme" a entrar a las 6:30 a.m. durante un mes.

6:53 a.m. Hago fila con el resto de los empleados "de confianza" para pasar mi gaffete por los checadores y comprobar no sólo que llegué, sino que lo hice a tiempo. Me siento como un borrego entrando a su corral.

6:55 a.m. Camino por los pasillos de la trasnacional dirigiéndome a mi lugar. Tengo que cuidar no salirme de la raya amarilla, es por "mi propia seguridad y la de los míos". Somos una bola de humanos que apenas levantan la cara para murmurar un buenosdías. Pocas veces me he sentido tan nulificada.

7:10 a.m. Me dirijo a la sala de juntas en la que estoy recibiendo un "curso de bienvenida" acerca de las políticas de la empresa. Qué maravilla. Todo un curso sobre como eliminar la creatividad: procedimientos estándar, hojas de trabajo estándar. Todo parece ser estándar por aquí.

10:35 a.m. Mi instructor me enseña pacientemente las nuevas teorías sobre cómo incrementar la productividad de los operadores (no Doña Juanita-viuda-madre-de-seis, no Don Santiago-que-apenas-puede-caminar-con-esas-condenadas-reumas, no y no. O-pe-ra-do-res). Mi improvisado maestro describe cómo se hacen mediciones y estrategias para asegurarse que el empleado utilice cada segundo de su jornada laboral en beneficio de la empresa. "A veces descubrimos que su capacidad no está aprovechada solamente al 100% sino hasta el 120%"-me dice sonriente.

1:00 p.m. Debo apurarme. Sólo tengo 20 minutos para degustar los deliciosos, hipercalóricos y basados en carbohidratos alimentos. Recuerdo esto. Aprende uno a comer tan rápido que con el tiempo se convierte en un hábito difícil de romper, incapacitándolo para disfrutar cualquier cosa que se lleve a la boca.

3:35 p.m. Las agujas del reloj avanzan con lentitud inmisericorde. Estar atada a una máquina de tortura sería tal vez menos doloroso. Me entrenan acerca de las actividades que voy a hacer. Las conozco, las he hecho antes y siempre son las mismas. Los lunes son iguales a todos los lunes, los martes a todos los martes, etc., etc. ¿Por qué volví al lugar del que el destino me había ayudado a escapar? ¿Qué hago aquí? Cochino dinero. Desearía golpearme la cabeza contra las paredes hasta caer inconsciente.

5:30 p.m. ¡Aleluya! Me dirijo hacia la puerta de salida. Mi día empieza ahora. Le “regalé” una hora extra de mi vida a la empresa para la que trabajo pero eso no importa ahora, ¡soy libre!

5:33 p.m. Llego a mi automóvil. Me duele la cabeza, me siento cansada y deprimida. Mi auto tiene huellas de lluvia y el sol empieza a esconderse. Llovió y no me di cuenta. El sol, que tampoco vi salir, se oculta ahora. Tengo ganas de llorar. No puedo, tengo que picarle al botón que decidirá si mis pertenencias deben o no ser revisadas antes de marcharme a casa.

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