A mis 18 años de edad tenía perfectamente claro qué iba a ser de mi vida a los cuando cumpliera 40 años: tendría una casa grande y bonita, tendría un auto lujoso, un trabajo exitoso en el que las empresas se pelearían por mi y por los menos 4 hijos (lo del esposo nunca lo tuve claro, la verdad).
Hoy, más de 20 años después, en mi cumpleaños número 40, mi vida es muy distinta a cómo imaginé que sería y aunque una parte de mi se siente medio loser otra parte no puede dejar de agradecer, en este nivel 7 de Jumanji (broma pandémica jaja), seguir aquí, viva, experimentando la vida tal cual, haciendo un esfuerzo por no juzgarla y más aún, no juzgarme a mi. Veamos:
-No tengo una casa ni chiquita ni grande ni bonita ni fea. No tengo casa. Es duro reconocerlo, pero mis decisiones financieras no han sido las mejores todos estos años y el miedo al fracaso y la comodidad han sido más fuertes que mi decisión de tener un pedazo de tierra con mi nombre.
-No tengo un auto lujoso. Tengo la bendición de tener un vehículo propio, algo viejo y destartalado pero enteramente mio. Tomar la decisión de comprar ese vehículo hace años, por más ridículo que suene, requirió mucho auto trabajo de autoconvencimiento. (Ya mencioné el miedo al fracaso?)
-Aunque mantengo el mismo empleo desde hace 10 años y me ha ido bien, ninguna empresa se peleó por mi. Nunca junte el suficiente valor como para dedicarme a lo que no era trabajo para mi: la música.
-No tengo hijos. Tengo 3 perritos, pero de niños nada y del esposo, ni hablamos.
Visto así mi vida no califica como de loser, sino de loser y media, y sin embargo, me siento tranquila y en paz conmigo misma.
Tal vez no tengo una casa propia, pero he formado un hogar con mi pareja de más de 10 años. Su bendito amor por las plantas ha hecho que todos los días puedan mis sentidos engolosinarse de los rojos, amarillos, rosas y naranjas de sus rosales del desierto, del lila de su lavanda, del verde intenso de su romero y de todos los demás colores y olores que su colección nos regala todos los días y que disfruto en las tardes en las que nos sentamos en la terraza a leer o a perdernos en las inmensidades del internet.
Tal vez no tengo un auto lujoso, pero mi auto es funcional y cómodo y lo mejor, me permite moverme segura y tranquilamente de un lugar a otro cuando lo necesito. Es que, aunque amo el lujo en un spa, o en un hotel lo del auto costoso no es lo mio. Me parece absurdo tener cientos de miles de pesos sentados en calle sin hacer nada más que recibir los daños del sol y las "gracias" de los pajaritos, dando una impresión de solvencia econónica que no me interesa aparentar.
Definitivamente sí siento mi trabajo como un trabajo, no como esa idea romántica de que quien ama lo que hace no trabaja un sólo día de su vida, pero me ha permitido aprender otro idioma, me ha enseñado a lidiar con personas imposibles en situaciones de mucho estrés, me ha llevado a lugares que nunca creí poder visitar y mejor aún, me ha dado los recursos para disfrutar de viajes de placer a lo largo de todo el país, llenando mi alma de experiencias y recuerdos más valiosos que cualquier vehículo costoso.
Tal vez no tengo hijos y, aunque no sé si algún día me arrepentiré de ello, estas tres mascotas que tengo se han convertido en parte mi familia y me han regalado amor y compañía incondicional, llenando mis días de alegría, de juegos y de aventuras perrunas.
Definitivamente no tuve ni tendré esposo. Lo que sí tengo es una persona que me ama completa y totalmente, que acepta todos y cada uno de mis defectos y que ve mis virtudes cuando ni yo misma logro hacerlo. Brenda ha sido una de las más grandes bendiciones de mi vida y no cambiaría nada de lo que no logré en estos 20 años, por una vida compartida al lado de la mejor persona que conozco, con la que después de 7 años de relación, en el día más emocionante de mi vida, me casé. Amarla a ella y serme fiel a mi misma han sido lo más valeroso que he hecho en toda mi vida.
Mi vida, como todas, está llena de logros y fracasos, de aventuras, de cafés en Chiapas, de marchas arcoiris en Monterrey, de momentos de reflexión en Torreón, de días de fiesta y alegría en Terán, de lágrimas de asombro en Playa del Carmen, de noches de miedo y desvelo en Chihuahua, y un largo largo etécetera.
Al final, creo que el saldo de mi vida, a pesar de todo lo que no logré en estos 20 años, es positivo y no puedo estar más que agradecida y feliz.
Por los próximos siguientes 40 años que empiezan hoy.
Salud!
domingo, 5 de julio de 2020
lunes, 25 de julio de 2011
miércoles, 20 de abril de 2011
Si vas a andar leyendo lo que no debes
Extraño nuestra cama queen size y tu mania de recorrer tu cuerpito pequeño hasta quedar al lado del mío, "desperdiciando" con ello el resto de la cama.
Para que te enteres.
Para que te enteres.
jueves, 14 de abril de 2011
6 meses
Cuando todo pasó lo único que podía hacer era cerrar los ojos e implorar:
“Dios –universo o Yemayá, el que me escuche-: que esto pase pronto, que pase un año”.
Marqué todo calendario a la mano en la misma fecha: 13 de octubre de 2011. Un año. 365 días con sus noches. Estaba segura de que el intenso dolor que amenazaba con abrirme el pecho y acabar conmigo, habría terminado en un año. Después de todo los procesos de duelo sanos requieren de 6 meses a un año, esto según mis muy ilustres maestros de tanatología.
Por momentos pensé que no lo soportaría. En un día perdí todo lo que en ese momento creí tener: mi familia por elección, mis sueños, mi casa, mi confianza, mi fe. El piso se abrió bajo mis pies y el dolor se apoderó de mi pecho, de mis brazos, de mi corazón, de mi alma. Cada minuto era un suplicio y no había nada qué pudiera hacer. Fantaseaba con pastillas mágicas con las que el dolor se desvanecería. Me habría untado un nopal con todo y espinas si alguien me hubiera garantizado que el dolor, el maldito dolor, se iría.
Conocí la soledad más profunda, el miedo de llegar a casa, de que oscurezca, de que no haya nadie. Aprendí que en esos momentos las noches se hacen eternas y que el tiempo disminuye su paso; que no existe palabra que consuele y que lo mejor es dejarse llevar, soltar el cuerpo en la oscuridad hasta caer, hasta tocar por fin el ansiado fondo. Conocí la oscuridad de mi alma y sentí temor de mi y de lo que una “mosquita muerta” como yo –somos las peores- podría llegar a hacer con el corazón arrebatado de angustia. Quería morir; le rogaba al universo que un meteorito me partiera en dos o mínimo que mi auto se volcara. Todo con tal de dejar de sentir.
Y empecé a contar los días –una de mis malas costumbres-: día uno, día dos, día veinticinco. Sentía que mi vida tenía “soundtrack”: todas las canciones de dolor y tristeza fueron escritas para mi, o al menos eso me parecía en aquel entonces. Odié la buena intención y el mal tino: “¡Échale ganas! ¡Tú puedes! ¡Vas a encontrar alguien para ti! ¡No te merece!”. CHINGUEN A SU MADRE TODOS, gritaba por dentro, y al mismo tiempo anhelaba fundirme en los brazos de alguien, sentarme a llorar en la banqueta hasta desintegrarme en el pavimento bajo la mirada de amor y aceptación de alguien.
Torturé decenas de personas con la misma historia; la maldije siete mil veces y la bendije otras tantas. Interrumpí pedas y noches de pasión –mías no, obviamente- con mis berridos y mocos. Sentí –y aún los siento a veces- escalofríos frente a cualquier mujer alta de cabellera castaña y larga –como esa con la que se fue-, real o en fotografía.
Y como en los cuentos infantiles, el tiempo pasó y un día me di cuenta de que no había derramado ni una lágrima en semanas que luego se conviritieron en meses. Después me descubrí no pensándola, no extrañándola, no queriéndola de vuelta unos días, queriéndola de vuelta otros. Y los benditos primeros 6 meses se cumplieron con tan poca fanfarria que hasta olvidé que celebraba algo: mi supervivencia.
“Un día vas a agradecer que esto pasó”- me dijo uno de esos bienintencionados un día. Tuve ganas de reventarle la cara con un bat de beisbol pero empiezo a creer que tenía razón. Estos seis meses han sido la escuela más dura y más fructífera; nunca hubiera conocido de mi todo lo que conozco ahora si no hubiera sido por aquel malquerido 13 de octubre.
Conocí el dolor y la oscuridad más profundos y aprendí que nadie, pero nadie nadie, se muere de amor.
jueves, 31 de marzo de 2011
miércoles, 30 de marzo de 2011
Sin título
¿Dónde estás,
tierra de mi corazón?
No es que yo esté llorando,
el río se desbordó.
¿Dónde estás?
Yo soy sólo un pasajero,
tierra de mi pensamiento,
conmigo vas, conmigo vas.
(Tierra de Luz. Lila Downs)
lunes, 14 de febrero de 2011
Intoxicación por oxitocina
Por un momento fue como regresar a casa, como acariciar el sol con los dedos.
"You’re like an Indian summer in the middle of the winter,
like a hard candy with a surprise center.
How do I get better once I’ve had the best?
You said there’s tons of fish in the water, so the waters I will test".
(Thinking of you, Kathy Perry)
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