domingo, 5 de julio de 2020

40

A mis 18 años de edad tenía perfectamente claro qué iba a ser de mi vida a los cuando cumpliera 40 años: tendría una casa grande y bonita, tendría un auto lujoso, un trabajo exitoso en el que las empresas se pelearían por mi y por los menos 4 hijos (lo del esposo nunca lo tuve claro, la verdad).

Hoy, más de 20 años después, en mi cumpleaños número 40, mi vida es muy distinta a cómo imaginé que sería y aunque una parte de mi se siente medio loser otra parte no puede dejar de agradecer, en este nivel 7 de Jumanji (broma pandémica jaja), seguir aquí, viva, experimentando la vida tal cual, haciendo un esfuerzo por no juzgarla y más aún, no juzgarme a mi. Veamos:

-No tengo una casa ni chiquita ni grande ni bonita ni fea. No tengo casa. Es duro reconocerlo, pero mis decisiones financieras no han sido las mejores todos estos años y el miedo al fracaso y la comodidad han sido más fuertes que mi decisión de tener un pedazo de tierra con mi nombre.

-No tengo un auto lujoso. Tengo la bendición de tener un vehículo propio, algo viejo y destartalado pero enteramente mio. Tomar la decisión de comprar ese vehículo hace años, por más ridículo que suene, requirió mucho auto trabajo de autoconvencimiento. (Ya mencioné el miedo al fracaso?)

-Aunque mantengo el mismo empleo desde hace 10 años y me ha ido bien, ninguna empresa se peleó por mi. Nunca junte el suficiente valor como para dedicarme a lo que no era trabajo para mi: la música.

-No tengo hijos. Tengo 3 perritos, pero de niños nada y del esposo, ni hablamos.


Visto así mi vida no califica como de loser, sino de loser y media, y sin embargo, me siento tranquila y en paz conmigo misma.

Tal vez no tengo una casa propia, pero he formado un hogar con mi pareja de más de 10 años. Su bendito amor por las plantas ha hecho que todos los días puedan mis sentidos engolosinarse de los rojos, amarillos, rosas y naranjas de sus rosales del desierto, del lila de su lavanda, del verde intenso de su romero y de todos los demás colores y olores que su colección nos regala todos los días y que disfruto en las tardes en las que nos sentamos en la terraza a leer o a perdernos en las inmensidades del internet.

Tal vez no tengo un auto lujoso, pero mi auto es funcional y cómodo y lo mejor, me permite moverme segura y tranquilamente de un lugar a otro cuando lo necesito. Es que, aunque amo el lujo en un spa, o en un hotel lo del auto costoso no es lo mio. Me parece absurdo tener cientos de miles de pesos sentados en calle sin hacer nada más que recibir los daños del sol y las "gracias" de los pajaritos, dando una impresión de solvencia econónica que no me interesa aparentar.

Definitivamente sí siento mi trabajo como un trabajo, no como esa idea romántica de que quien ama lo que hace no trabaja un sólo día de su vida, pero me ha permitido aprender otro idioma, me ha enseñado a lidiar con personas imposibles en situaciones de mucho estrés, me ha llevado a lugares que nunca creí poder visitar y mejor aún, me ha dado los recursos para disfrutar de viajes de placer a lo largo de todo el país, llenando mi alma de experiencias y recuerdos más valiosos que cualquier vehículo costoso.

Tal vez no tengo hijos y, aunque no sé si algún día me arrepentiré de ello, estas tres mascotas que tengo se han convertido en parte mi familia y me han regalado amor y compañía incondicional, llenando mis días de alegría, de juegos y de aventuras perrunas.

Definitivamente no tuve ni tendré esposo. Lo que sí tengo es una persona que me ama completa y totalmente, que acepta todos y cada uno de mis defectos y que ve mis virtudes cuando ni yo misma logro hacerlo. Brenda ha sido una de las más grandes bendiciones de mi vida y no cambiaría nada de lo que no logré en estos 20 años, por una vida compartida al lado de la mejor persona que conozco, con la que después de 7 años de relación, en el día más emocionante de mi vida, me casé. Amarla a ella y serme fiel a mi misma han sido lo más valeroso que he hecho en toda mi vida. 

Mi vida, como todas, está llena de logros y fracasos, de aventuras, de cafés en Chiapas, de marchas arcoiris en Monterrey, de momentos de reflexión en Torreón, de días de fiesta y alegría en Terán, de lágrimas de asombro en Playa del Carmen, de noches de miedo y desvelo en Chihuahua, y un largo largo etécetera.

Al final, creo que el saldo de mi vida, a pesar de todo lo que no logré en estos 20 años, es positivo y no puedo estar más que agradecida y feliz.

Por los próximos siguientes 40 años que empiezan hoy.

Salud!

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