
Debo confesar que a veces, muy de vez en cuando, me siento tremendamente atraída por algún hombre, casi tanto como para permitirle una visita a mi cuerpo. Casi.
Suelen ser músicos, guitarristas de manos callosas y dedos largos comúnmente. Me gusta verlos disfrutar mientras tocan. Entrecierran los ojos y sus cuerpos se mueven con la música. Acarician las cuerdas y el cuerpo de la guitarra. La hacen vibrar, gemir.
No sé... Tal vez sólo me gusten las guitarras.